27 de octubre de 2009
El sábado amaneció como era de esperar lloviendo, así que tuvimos que improvisar para hacer turismo cubierto. Que mejor manera que empezar la mañana con un delicioso brunch casero con pankaques, beicon y sirope de arce. Delicioso y más si te lo preparan con la ayuda de Christina.
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Después del desayuno para seguir con la degustación de productos del lugar fuimos a una fábrica de cervezas: Magic Hat. La visita no valió mucho la pena y además no entendimos mucho de las explicaciones, pero a la salida de la visita había barra libre de cervezas. La gente iba con su garrafita para comprar cerveza y aunque nosotros probamos unas cuantas no compramos ninguna.
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Hay que tener en cuenta que era Halloween y los fantasmas se levantan por estas épocas:
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A la salida nos fuimos a comer y como no a seguir con nuestra degustación.
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En este sitio en lugar de darte número o apuntarte en una lista, te daban este artilugio y cuando era tu turno se iluminaba y vibraba.
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Por la tarde como seguía lloviendo fuimos a Costco en busca de cobijo, es parecido al Makro de Barcelona, donde para entrar hay que tener un carné. Allí venden ropa, alimentación, pequeños electrodomésticos, productos de droguería… y todo a precios realmente bajos. Los tamaños de los envases eran realmente americanos, pero lo curioso es que la gente que compraba eran particulares, no eran de restaurantes ni de tiendas.
Luego fuimos a una especie de mirador desde donde se puede ver el lago y las montañas que rodean Burlington. No os penséis que hicimos muchos kilómetros, con nuestra veloz pero eficiente conductora nos plantamos allí en 5 minutos desde su casa.
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En este sitio en lugar de darte número o apuntarte en una lista, te daban este artilugio y cuando era tu turno se iluminaba y vibraba.
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Por la tarde como seguía lloviendo fuimos a Costco en busca de cobijo, es parecido al Makro de Barcelona, donde para entrar hay que tener un carné. Allí venden ropa, alimentación, pequeños electrodomésticos, productos de droguería… y todo a precios realmente bajos. Los tamaños de los envases eran realmente americanos, pero lo curioso es que la gente que compraba eran particulares, no eran de restaurantes ni de tiendas.
Luego fuimos a una especie de mirador desde donde se puede ver el lago y las montañas que rodean Burlington. No os penséis que hicimos muchos kilómetros, con nuestra veloz pero eficiente conductora nos plantamos allí en 5 minutos desde su casa.
Por la noche, cansados de todo el día decidimos quedarnos en casa para cenar y amenizar la velada con un poco de vinito. Aquí dejo el tema porque nos acostamos un poco tarde (2 de la mañana) teniendo en cuenta que cenamos más o menos a las 7 de la tarde. Si hacéis cuentas de 7 a 2 van unas cuantas horas…
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